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Sobre Miguel de Torres

 

                   

 

Miguel de Torres (Madrid, 1967- ) se toma su tiempo para hablar, casi igual que hace al girar las ceras en sus manos mientras pinta en un gesto de reflexión. Empezó su carrera como artista en el taller de cerámica y pintura que dirige Virginia Domínguez en noviembre del año 2001. Aunque su lenguaje artístico ha avanzado mucho a lo largo de esta década de trabajo continuado, mantiene una inclinación personal por los colores oscuros, la superposición repetitiva de trazos y los formatos grandes, probablemente más apropiados para los movimientos expresivos que surgen de su mano.

Ensimismado, Miguel selecciona una cera y empieza a restregarla enérgicamente contra la superficie blanca del papel. Comienza por una esquina y progresivamente cubre con parsimonia toda la hoja. En su afán por no dejar el más mínimo espacio sin revestir, superpone sucesivas capas de color aplicadas con la misma fuerza, de tal manera que las ceras se van partiendo y dejan esquirlas por todas partes. Un velo final de blanco le sirve para matizar la intensidad de los colores antes de pulir la superficie con un paño.

A continuación selecciona un lapicero e inicia otro ritual de gestos repetitivos en los que emergen las características principales del individuo que ha traído a su memoria: la cabeza, la forma del pelo, la posición de los ojos, cada uno de los dientes de la boca, las arrugas... Por momentos el lápiz gira entre sus dedos mientras valora el siguiente paso, antes de volver a deslizarlo rápidamente y con determinación, acompañado por el sonido de la punta arañando la costra de cera y haciendo saltar de nuevo esquirlas que se van adhiriendo a sus dedos. La repetición de los gestos con el grafito se convierte en un bucle hipnotizante en el que esos seres del pasado se reencarnan transformados. Miguel relata fragmentos de sus historias; en qué trabajaban, su relación con ellos, a qué hora se levantaban, cómo "domaban su pelo" por las mañanas. Son retratos de personas que conoció cuando era pequeño o que puntualmente le siguen acompañando: una secretaria, un operador de cámara de cine, un trabajador de una fábrica, un “cirujano de huesos”, un cura.

A partir de esta primera sesión de trabajo, aún quedan semanas enteras en las que se dedica hora tras hora a engrosar las líneas – quizás un día entero repasando la órbita de uno de los ojos- hasta que, en palabras del artista “queda claro el personaje, porque los retratos tienen que estar claros”. Esta repetición obsesiva e insistente sobre un mismo trazado recoge sus frustraciones y alegrías, y deja como resultado imágenes cargadas de emoción.

 

                                                        myegoo_migueldetorres                                        Señor con peor genio                         Firma Miguel de Torres

         

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